Son nuestras primeras horas de nacer, la vida está lista para servirnos y darnos todo lo que necesitamos después del cobijo interior materno. En ese punto, desde nuestro estado de pureza, comenzamos a atraer de manera efectiva la abundancia en todos sus aspectos. Venimos desprovistos de creencias, ropa, miedos y experiencias, y aun así somos capaces de que nuestra madre siempre nos arrope, cuide y alimente sin tener que esforzarnos demasiado. La inocencia de nuestro espíritu así también como de nuestro cuerpo físico permiten que seamos un magneto de buenas cosas para acceder a nuestro primer escalón de la evolución. Cuando realizamos la primera pisada, no nos cuesta absolutamente nada y disfrutamos placenteramente de aquella libertad que no nos coarta. Todo es muy simple, ser niño lo es aún más.

Posteriormente intentamos explicar todo ese mundo que hay a nuestro alrededor y la curiosidad parece superarnos, necesitamos saber más y no nos agotamos, el mundo parece un lugar interesante. Cuando aparecen nuestros siguientes escalones somos intervenidos para que nuestros pasos tengan una dirección por miedo, por cultura, por educación. Sabemos que debemos caminar hacia adelante porque nuestros pies están configurados para ello, pero de pronto nos damos cuenta que esos miedos externos de aquellos que te cuidan condicionan inconscientemente ese caminar. La escalera comienza a ser difícil de subir y todo lo que realmente conseguías en un primer peldaño ahora parece que fuese imposible. Y todo comenzó cuando nos inculcaron a tener miedo, a cosas inexistentes, a cosas de adultos, a cosas que los adultos crearon. Lamentablemente eso dificulta nuestra evolución y ya subir escaleras no parece fácil. Nos obligan a creer y actuar a no ser capaces de atraer nuevamente todo aquello que nos hacia felices en un principio. Es desde ahí cuando el ser humano deja de crear conscientemente su propio camino y por ende, con libertad. Hemos dejado en mano de los demás que construyan la escalera que nos llevará a conocernos realmente y descubrir que subir hacia el cielo no es más que plasmar la belleza que hay en nosotros mismos y bajarla en creación aquí en la tierra pero de maneras simples. Ya la vida no parece un juego.

Sin embargo, la verdadera naturaleza de nuestra esencia creadora esta en descubrir por nosotros mismos quienes somos y hacia dónde vamos. El descubrir que dentro de nosotros hay un potencial tremendo e incalculable. Que nuestro propósito como seres humanos es realizarnos desde la base de la felicidad pura basada en la libertad, el amor y la conexión con el todo. Cuando conectamos con la conciencia original de cómo llegamos al mundo es cuando podemos subir la escalera y vislumbrar el camino que nos llevará la vida, porque somos pequeños dioses creando aquí en la tierra y es momento de despertar del eterno sueño de ser adultos con miedo de volver a ser niños.